miércoles, 16 de septiembre de 2009

Un Bolívar del Malandro

El Bolivar del Malandro en cali
por liliana alzate cuervo

A propósito del bicentenario Bolivar: “Fragmentos de un Sueño” es una de las obras que conmemora los recientes 200 años de independencia de “La República de Colombia”. Recoge a dos reconocidos creadores a nivel internacional tanto en las letras como en el teatro de nuestro país, William Ospina con el premio Rómulo Gallegos, y el director teatral Omar Porras por su trabajo en Europa con el teatro el Malandro. Ambos creadores hicieron la tarea de una obra de teatro específicamente con el tema de Bolívar.

Primero habría que aplaudir la capacidad de gestión, talento y ambición de la empresa que se propusieron, teniendo en cuenta la profundidad del tema y sus saberes respectivos en teatro y literatura. Admirable que en tan corto tiempo viajando entre Europa y Colombia consolidaran una obra tan precisa en lo musical y en lo actoral; abordando una mezcla entre lo épico y lo popular. Además de mantener un proyecto financiero solido.

Algo que llamo mucho la atención fueron los rublos invertidos en esta odisea histórica. Se debe precisar que esta ostentación conmemorativa se logró con el apoyo del gobierno de Colombia a través del Ministerio de Cultura pero también gracias a la perseverancia y aporte económico del teatro MALANDRO y el soporte de muchísimas instituciones nacionales e internacionales.
Intentare en este escrito acercarme a las dudas que tuve antes de ver la función: ¿Cuáles son nuestros imaginarios históricos? ¿Cómo han sido construidos históricamente estos héroes de la patria por los letrados de turno? y ¿Cómo se han difundido sus ideas y se siguen leyendo hoy en día sus luchas?

La puesta en escena narra diferentes momentos de la vida de Simón Bolívar desde antes de ser “El Libertador” hasta después de convertirse en “Estatua” , la cual hoy vemos en todas las plazas de Colombia. La obra muestra a un hombre parrandero, mujeriego y también preocupado por el sentido de su vida con relación al entorno que lo rodeaba. Acompañado de su maestro Simón Rodríguez, Manuelita Sáenz, Francisco de Miranda y hasta Humbolt. Se resalta su formación humanística y el ideal de sacar adelante el proyecto de la liberación frente al dominio español y la formación de la Gran Colombia.

Hay un compromiso pedagógico que impregna toda la representación: una tendencia a perpetuar las ideas de Bolívar, haciendo paralelos históricos con otros próceres como Gaitán y Galán, víctimas de la eterna guerra lidiada en este país. Así como, la importancia de las influencias europeas en la educación de Bolívar que marcaron todo el pensamiento letrado de la época, con los conceptos de igualdad, libertad y fraternidad. La encarnación de sus luchas inunda la escena y desde el principio nos cuentan que estos hombres llenos de ideales, humor, imaginación e irreverencia eran los criollos, o sea - los vencedores-.

El trabajo musical es de relojería, las voces son exprimidas hasta sacar de los actores – cantantes lo sobrio y teatral que la obra requiere. Sobre un escenario cubierto de tierra negra los actores-cantantes, que además están haciendo escuela a través de todo el proceso que conllevó hacer la obra, son -los subalternos-. Los cuales ofrecen un cuerpo- voz fuera del centro, fuera del tiempo, fuera de la historia oficial. Un lugar fronterizo para la denuncia contemporánea de la construcción de la nacionalidad dentro de la república. Sin embargo la voz letrada, los apabulla, la lectura de Rosseau, las palabras de Bolivar como héroe no entendido, las narraciones de Porras como colombiano en un exilio voluntario y de vez en cuando la voz del poeta Ospina, se convierten en un juego entre la voz pública de la ciudad letrada y la voz cotidiana, popular, lo que Ángel Rama llama diglosia: La cultura se ennobleció a tal extremo que consolidó la diglosia o sea la identidad fundada en una determinada versión de la historia (“la de los vencedores”) la cual está recargada de mitificaciones y sacralizaciones que es preciso deconstruir.

Algo así como si el subalterno no pudiera hablar, solo tener un efecto en eco cantado. Pareciera que los otros: los mestizos, los olvidados en la historia oficial, los que habitan las periferias, fuera de la letra, la lengua y la memoria solo quieren escuchar el canto popular y no la otra parte de la historia. Entonces el público también como un otro, desde su lugar de privilegio interpretativo, pudiera realmente escuchar claramente estas otras voces. Lastimosamente, aun con todo el despliegue técnico y la finura de la propuesta sonora era muy difícil entender la narración de los cantantes -actores.

Por otro lado la escenografía después de un rato, se torna un tanto pesada y pierde su efecto simbólico de la lucha de Bolívar con la propia geografía Americana y solo queda para el espectador la incomodidad física de los actores al cruzar la escena. Sin embargo el montaje tiene efectos (Pólvora, terremotos, efectos visuales y sonoros) ellos cumplen los objetivos de seducción con el espectador, características esperadas del teatro de Omar Porras. No obstante todo eso no es lo más importante a la hora de hablar de la dramaturgia de esta obra, evidentemente son más protagonistas las Ideas precursoras del libertador en vos del director y su antagónico, Carlos Gutiérrez único actor formado del elenco.

En oposición a estas ideas encontramos casi al final de la obra un tono diferente en la propuesta, específicamente cuando intenta actualizar el complejo dilema de la identidad en cuerpos de los vencidos: habitantes de la calle, músicos callejeros y falsa estatuas; la atmosfera se tornaban un tanto rosa, inmediatista y cándida al ubicar a Bolívar en los tiempos actuales, idealizando el pensamiento criollo nacionalista.

Recordemos como hoy. El pensamiento criollo es un lastre de la colonia que debemos erradicar, al igual que el eurocentrismo que ha invisibilizado a los verdaderos protagonistas de la construcción de los países latinoamericanos. La discusión sobre la importancia de la voz de los vencidos, es protagonista en todas las artes y las lecturas históricas actuales. Para sustentar mas esta ideas debo citar unas palabras de Octavio Paz sobre “El criollo se sentía leal súbdito de la corona y, al mismo tiempo, no podía disimularse a sí mismo su situación inferior. La burocracia española lo desdeñaba: el criollo era español y no lo era.

Esa continúa oscilación de los criollos entre ser los indios allá, y como los españoles aquí; demuestra que el patriotismo criollo es contradictorio en su amor a la tierra de ultramar y su amor al terruño. Los sentimientos encontrados se han perpetuado no solo en términos políticos sino en lo religioso y como vemos en los fragmentos de un sueños también en lo artístico.
La obra muestra unas facetas interesantes ha desarrollare cuando aparecen las similitudes entre las diferentes ideas de los líderes colombianos (Gaitán y Galán); en la escogencia de un Bolívar sin coronas de laurel, en poner su palabra a través de sus cartas y pensamientos como “El delirio del Chimborazo”, “La carta de Jamaica” (1815).

De gran elocuencia el dialogo de Manuelita con su eco de tambores y la mujer plañidera que desenterraba símbolos de guerra (botas militares, cráneos, etc), en fin, un gran oxímoron compuesto de las voz de Ospina, las atmosferas sonoras oriundas de los ritmos colombo-venezolanos y caribeños y el cuerpo de la representación. Tal vez podría considerarse parte de la estética del teatro Malandro, esto de lo esperpéntico, popular, kitsch, que se amalgaman junto a lo contrario lo milimétrico, la precisión, lo apolíneo del montaje y algunos textos históricos.
Es también de subrayar los personajes de Fernando VII de Erick Bonggam, y los encarnados por el actor Carlós Gutiérrez, especialmente el Monologo del Lancero y el de Miranda. Sobre todo con este personaje de Miranda, ya que es el único momento en que este Bolivar Malandro se encuentra al filo entre la amistad y la lealtad; ya bien lo aseguran otros especialistas en la violencia en Colombia, como Pécaut, el cual ha afirmado sobre la división amigo-enemigo: la sociedad era entendida como portadora de una condena: estar dividida eternamente por dos subculturas, portadoras de dos concepciones opuestas del orden social, convirtiendo la división amigo- enemigo en un fundamento político.(Pecaut,2003) Para el caso colombiano se aplica muy bien, acordémonos como Bolívar tuvo que luchar no solo contra los españoles si no con las ideas de los propios americanos, sus amigos que no creían en la posibilidad de la libertad. Y si miramos más a fondo este pensamiento se ha ido repitiendo cíclicamente en la historia desde la independencia, pasando por los años cincuenta hasta hoy.

Por último para próximas artículos queda por analizar el aporte escénico de otros estrenos que estuvieron en cartelera con el mismo tema del bicentenario, la cuotas de los negros con “los amangualados” de la Universidad del Valle (choco) y la de los indios con “la verdadera Historia del secuestro de Atahualpa” del director Alejandro Buenaventura.

“La muerte, el deshonor, cuanto es nocivo, nos amenaza y tememos; todo lo sufrimos de esa desnaturalización madrasta. El velo se ha rasgado; ya hemos visto la luz y se nos quiere volver a las tinieblas; se han roto las cadenas; ya hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos. Por lo tanto, la América combate con despecho; y rara vez la desesperación no ha arrastrado tras sí la victoria"“CARTA A JAMAICA”-SIMON BOLIVAR
Kingston, setiembre 6 de 1815

Liliana Alzate Cuervo, 19 agosto 2010