El teatro femenino: una dramaturgia fronteriza
de Liliana Alzate
En diciembre pasado empecé a leer por el final el libro de Liliana. Esta decisión obedeció sobretodo a la curiosidad que me despertó la foto primera del libro donde aparecen dos mujeres jóvenes en la plaza pública con los ojos vendados, sostienen en con sus manos enguantadas de negro una sombrilla blanca y una tela, calzan unas botas y medias negras, y en el dorso desnudo llevan escrito sobre su piel frases como: ¿Dónde están?, No dispare no soy un falsopositivo. Esta foto corresponde a la performance que Patricia Ariza hizo en Bogotá: “Derechos humanos tallados en la piel 2008”. Entonces después de ojear esta alusiva foto y estar picada por la serpiente, di el primer mordisco a la manzana. Este capítulo se llama “La Disolución de las Fronteras” y me asombré con las claves que Liliana nos entrega para entrar en las obras de Patricia, tanto las teatrales como las performáticas.
Entonces quiero compartirlas con ustedes, voy a referirme a su performance y a su obra “Antígona”.
La tragedia de Antígona, me atraviesa de muchas maneras, porque es ahora mismo el impulso vital de creación que anima al Teatro La Máscara, donde trabajo, pero sobre todo porque este personaje me conecta con la vida de una forma visceral, desde hace ocho años.
Esta primera lectura me conmocionó por el poder que tienen las conexiones que se proponen en el análisis. La obra creativa de Patricia, a través de la mirada de Liliana, nos permite reconocer y entender lo re-evucionada (de evolución), que es la propuesta estética de esta importante pionera del Nuevo Teatro Colombiano y del teatro de las mujeres en Colombia. Su trabajo creativo dentro de los conceptos actuales en que lo enmarca Liliana: liminalidad, fronteras, hibridación, cartografía, teatralidad nos permite entender este distanciamiento con lo teatral tradicional: ¿por qué y cómo se entretejen en una obra experiencias estéticas, políticas y éticas? Y cómo esta propuesta estética se desborda del canon, se disuelve, se des-jerarquiza, se des-limita, mas allá del lenguaje de la presentación, representación teatral, en ruptura con lo establecido tanto dentro de la sala, como por fuera de ella.
Por ejemplo nos explica el sentido de la cartografía, en la utilización significativa que hace Patricia del espacio en su performance: el escenario publico de La plaza de Bolívar (Bogotá), lugar simbólico del estamento oficial, frente al Palacio de Justicia (connotación obligada), la Iglesia, la Alcaldía, el Congreso. La autora nos describe cómo en este espacio 300 mujeres Antígonas, Ismenes, Manuelitas, artistas del teatro, bailarinas, cantantes, madres de Soacha, mujeres víctimas de los desaparecidos, de todas las edades, vestidas teatralmente y con coreografías, textos, poemas, canciones, música de piano, tambores, se des-plazan, se des-marcan, moviéndose entre los espectadores, reclamando a sus muertos, a sus desaparecidos, denunciando y exigiendo respuestas.
Emociona, me emociona en lo más profundo. Este performance, que como un aullido callejero nos reclama la vida de tantos asesinados impunemente, estremece y no puede pasar desapercibida para nada, ni para nadie. Esa dramaturgia no puede ser intencionalmente desconocida o ignorada por el critica y es lo que reclama “el atrevimiento” de Liliana.
El carácter perfomatico de creación nos plantea a los espectadores una participación directa, estimulante nos propone cambiar el modo de mirar, se sentir , de pensar el teatro, y sobre todo la vida, porque nadie, después de asistir a esta acción poética-política, como describe Patricia sus acciones, puede volver a casa de la misma manera y sentarse frente a “las realidades” que ofrece la televisión o permanecer indolente al drama social que vivimos en el país, a la violencia esquizoide de los guerreros, a la tramposa y marrullera actitud de los políticos.
Esta investigación hace un importante recorrido por el pensamiento creativo de las mujeres en Colombia y en América, desde Sor Juana y la monja de Tunja, la escritoras del siglo XIX y XX, explica y cuestiona cómo no han sido tenidas en cuenta por los críticos, olvidadas unas, distorsionadas otras, por un orden patriarcal, hegemónico unívoco, simbólico y político que sólo deja ver el mundo desde sus lógicas binarias y desconoce la diferencia.
Las mismas categorías de análisis que la autora hace sobre la estética de Patricia, las utiliza en las obras: “Sólo como de un sueño de pronto nos levantamos” y “Cuando el zapatero remendón remienda sus zapatos” de Beatriz Camargo y Carolina Vivas, respectivamente, mostrando la vitalidad de estas dos dramaturgas. Igualmente, hace un recuento sustancial de otras dramaturgas contemporáneas colombianas.
Otras de las herramientas conceptuales importantísimas que nos aporta Liliana para percibir desde otros ángulos las diferencias en las interpretación de los objetos de estudio, en este caso de obras escritas por mujeres, son: el tercer espacio de enunciación, donde se contempla de igual forma el texto, la representación y el publico, las teatralidades expandidas”, la poiesis del acontecimiento teatral…
De otro lado reta al canon impuesto, a la crítica, a la academia y a los creadores teatrales que se han quedado rezagados para reconocer la fuerza de la dramaturgia de las mujeres en sus particularidades, sus diferencia y en su re-evolución.
Y para terminar quiero citar a nuestra amiga Victoria Sendón de León cuando dice:
“La mujeres también somos poderosas, creativas, pensantes, aventureras, intrépidas, rebeldes. Solo nos queda ser libres cuando Dionisos rescató a Ariadna en la isla de Naxos, abandonada allí por Teseo, le dio un nuevo nombre para su segundo nacimiento: Líbera. Ese segundo nacimiento es el que aguarda el mundo, tal vez con dolores de parto (para ser consecuentes)”.
por Pilar Restrepo en Cali el 20 febrero del 2013 en la Biblioteca departamental de cali.