Sororidad en escena: pacto de lenguajes

El montaje es asumido por
"Abra Teatro", compañía teatral que dirige Adela Donadío desde hace 20 años, y la cual está compuesta en su base inicial por
Rosario Jaramillo, Brunilda Zapata y Ana María Vallejo.
Son ellas creadoras,
escritoras de la escena, la actuación y la dirección, una muestra de sororidad
teatral, un pacto femenino que han encontrado a través de los años y el cual
han hecho urdimbre con otros cómplices, construyendo un lenguaje teatral
propio. Aprovecho este espacio para destacar sus historiales en la creación
teatral femenina colombiana e invito a los especialistas académicos a ahondar
en el papel que juega esta particular concepción dramatúrgica de Abra teatro.
Todo lo anterior me lleva al primer aspecto que
quiero subrayar en este articulo: la creativa en sororidad, para aclarar este
concepto, para los que aún no la han escuchado, viene de la segunda ola del
feminismo y recoge en un solo concepto
la amistad entre diferentes y pares, cómplices que se proponen trabajar, crear
y convencer, que se encuentran y se reconocen para vivir la vida con un sentido
profundamente libertario.
Y para empezar este planteamiento
pongo
en la mesa mi lectura de la obra. Inicialmente este pacto nos recuerda
las diferencias entre la dramaturgia textual y la dramaturgia de la escena,
dibujando una frontera de riesgo en la creación dramática entre escritura,
música e interpretación; demostrando
así, la confianza y la fortaleza de este pacto creativo; sobre
todo en tiempos en los que la ficción se queda corta ante la abrumadora realidad.
La búsqueda de las teatralidades individuales en sororidad o pacto, abre un
camino lúcido para conocer la alteridad, para descubrir los misterios del tú,
de los otros y de la comunidad reflejada. Se devela en la escritura y el
montaje una serie de habilidades que permiten
ser a la dramaturga en escena como un observador perenne de la humanidad, de
sus comportamientos y de sus esperanzas.
Otros pactos develados
El hilo conductor aparente de pies
morenos sobre piedras de sal es la
historia de un francés que recorre en bicicleta y desaparece en extrañas circunstancias
en el desierto de La Guajira; Los acontecimiento transcurren en dos lugares geográficos: La Guajira y París, en
estos dos espacios la autora propone segmentos de vida, de momentos que se tejen en sororidad con las atmósferas
simultáneas creadas por el grupo de intérpretes bajo la impecable dirección de
Adela. Esta comunión de voces se lanza a lenguajes que buscan nuevas formas de
creación, la integración de lenguajes artísticos, nos coloca al filo
deteniéndose entre la literatura y la dramaturgia, el sonido y la música. Construyendo
una teatralidad particular en el montaje
ya que traduce en imágenes contundentes el sentir de la urgencia vivida
en esta zona del país, alejándonos de un teatro de pasatiempo, conteniéndonos en la existencia humana en un
tiempo vital.
Ana María Vallejo
utiliza con inteligencia y buen humor la palabra literaria y la dramática,
potenciando su propio discurso; un
plano narrativo es París, en donde plantea preguntas existenciales de la condición humana:
la inocua vida social en pareja de clase media acomodada, el apego a las
mascotas en un mundo moderno y otras particularmente femeninas como: la necesidad de la maternidad como hecho natural, la relación con un amante: dice
el amante- soy un hombre así,-¿y cómo es un hombre así?, le preguntan sus
compañeras de cama … en fin , variadas preguntas filosóficas de la existencia moderna
en clave femenina que se repiten y establecen una distancia con el otro plano
narrativo del texto que engloba el terror de la violencia colombiana.

El tercer plano narrativo son los
sonidos en escena: el ruido de las botellas de plástico vacías, los constantes
hachazos sobre una carne de chivo, la arena o sal que se riega sobre el
escenario que termina componiendo una suerte
de instalación sonora. Todos estos
sonidos se sobreponen unos a otros en paralelo con las imágenes y partituras
corporales de la obra. Pies morenos sobre
piedras de sal nos va develando, de forma fractal, un contexto
fronterizo entre París y el desierto de la guajira colombiana.
Sobre el telón de fondo se
proyecta un cartel de publicidad política vemos el candidato con una sonrisa
que promete bienestar. A lo largo de la obra este cartel va mostrando por medio
de la intervención, un diente que es borrado con tinta negra, el sol va dejando
la imagen borrosa, de manera que el paso del tiempo se hace visible. Se dibuja un patético
juego de la realidad política de nuestro país, conformando otro pacto de
lenguaje que dialoga durante toda la presentación, esta misma proyección de
cuando en cuando, nos muestra un ojo gigante de chivo que nos observa y que sabemos que esta pronto a ser decapitado.
La obra nos lanza al vacío a una tierra de nadie en donde la corrupción
es latente, la verdad de nuestros
conflictos sociales se devela solo en la periferia de la caja negra, particularmente
una violación es enunciada:
Una niña violada dice el guardia
Turista: ¿y cómo sabe que fue violada?-,
Guardián - porque sus calzones amarillos
tienen una mancha de sangre.
Así mismo sentimos la escasez del
agua, el hambre, la explotación minera, muchas de estas situaciones
se enuncian sin voz, a lo lejos,
detrás del sonido estridente del artista sonoro y la voz de la escritora. Mientras en primer plano los diálogos
de las parejas se extienden hasta
el cansancio en reflexiones personales.
Pacto de voces
La autora,
personificada por Rosario Jaramillo, tiene un permanente diálogo con el músico Juan
Luna, que evoca al argentino Federico
Valdez, quien concibió el universo sonoro de esta historia. Ambos serán los
pilares dramatúrgicos también en pacto, esta vez entre voces, ellas nos van
cuestionando el lugar de la narración,
la forma de contar los relatos, de sonar los acontecimientos. Enfatizan
algunas imágenes con silencio cargados de sentido. La obra en sí misma, se
hace responsable de una mirada colonizadora de nuestra
realidad al hacer la pregunta sobre el
lugar desde donde se mira el presente
que vivimos.

El otro pacto aplaudible es la
ruta entre la literatura vs dramaturgia. Punto común en los últimos montajes dirigidos
por Adela y creado con sus cómplices del grupo Abra Teatro, pues ya moldean un
discurso transdisciplinar entre el texto- palabra y el texto-imagen, desatando un
fino humor intelectual; Ejemplo de teatralidad fronteriza en sororidad que
yuxtapone asertivamente las artes
expresivas e interpretativas.
Finalmente les agradezco de pie como espectadora a los
intérpretes: Brunilda Zapata, Rosario Jaramillo, Juan Luna, Devora Roa, Geraldine Arévalo, Juan Pablo Acosta, Natalia
Montes, Juan Manuel Barona y Carlos Mariño la creación de las imágenes desde la
voz poética en el presente teatral y el riesgo
de la escritura dramatúrgica de las creadoras Adela Donadío y Ana María Vallejo que sostienen
con un hilo delicado los espacios de ensayo, lectura y acontecimiento.

Por Liliana Alzate Cuervo
Se terminó de escribir chía 1 de
marzo del 2020.
Fotos de Carlos Lema