domingo, 25 de septiembre de 2011

Por el camino verde se nos fue Peñuela…





in memorium


Por el camino verde se nos fue  Peñuela…




De esta tierra se ha marchado un guerrero del teatro colombiano:
  un padre, un actor, un dramaturgo, un cómplice… 
FERNANDO PEÑUELA 

Hoy  comparto con los cándelos, con Claudia, con su hijo Sebastián  
y todos sus conocimos,  el duelo por nuestro amigo.

ÑEÑE  te vi coqueteando  con la parca… 
¿Qué te dijo la flaca?
¿Qué te convenció  esta vez para irte con ella?..
SILENCIO

FER te veo por un camino Verde con Aldo Tarazona Perez llevando tu maleta,
Al lado el chasqui indicándote  el camino,
siguiendolos va el músico de EL PASO...

Te veo de la mano de Sancho
 y a su lado con su cuatro a un llanero alegre
todos juntos rumbo a la eternidad . ..

Tus palabras dramáticas  nos acompañaran siempre en nuestras reflexiones…Tu maestría en las tablas y tu creatividad seguirán siendo ejemplo para las futuras generaciones.  Falta nos harás sin duda  pero, continúan en nosotros tu risa, tu humor, tus silencios, tus críticas, tus obras…

Por el camino verde hasta el umbral, de tu viaje por esta tierra, te acompaño convencida que te esperan en ese otro espacio grandes creadores, con quien muy seguramente tú estarás TRAS ESCENA hasta la eternidad.
 Termina tu viaje..Querido peñuela!!!!

con todo mi afecto y fuerza
liliana alzate

martes, 30 de agosto de 2011

el otro teatro


El canon académico ha considerado al otro teatro, solo como ritual y ceremonia, que al parecer en nada influencio, ni marco el desarrollo del teatro latinoamericano de años venideros (conquista, colonia e independencia) y mucho menos acepta que existiera alguna influencia de América en el teatro de Europa. A manera de ejemplo, tomemos los escritos del S. XIX, los cuales demarcan un teatro decimonónico con influencias modernistas y de un estilo de posromanticismo y en oposición tenemos LO OTRO: las raíces mesoamericanas y afrodescendientes como parte la bibliografía existente, en la cual contamos con varios ejemplos de obras dramáticas no analizadas en la historiografía oficial

Esos conceptos europeizantes predominan durante cinco siglos, hasta nuestra época en que comienzan a ponerse en duda, y fueron impuestos progresivamente a otras civilizaciones en base a una superioridad técnica. Productos de una peculiar situación histórica y social, portadores de una particular cosmovisión no eran, ni son, lo suficientemente amplios como para poder incluir fenómenos de una cosmovisión diferente o incluso contradictoria.

El presente proyecto pretende fortalecer puentes creativos entre las dos visiones en las áreas de pedagogía y la creación teatral, desde la metodología de lo OTRO (práctica y teórica) que la proponente ha venido desarrollando desde el 2006 alrededor de la temática de género, historiografía del teatro latinoamericano y su multiculturalidad. Generando un espacio nuevo de experimentación para profundizar y desarrollar el trabajo creativo entre docentes y alumnos.

Este proyecto tiene el fin de difundir y poner en práctica sus investigaciones sobre pedagogía del caos, dramaturgia nacional contemporánea y nuevas lecturas de la creación escénica colombiana. Además de ampliar la investigación sobre pedagogía teatral, parte de esta investigaciòn se ha realizado en la Universidad del Valle (2006-2009) y en el instituto departamental de Bellas artes de Cali desde (2009-2011).

sábado, 18 de junio de 2011

¿Qué es la dramaturgia del actor? : Por Enrique Buenaventura

¿Qué es la dramaturgia del actor? :

Por Enrique Buenaventura 1985

El Teatro no es un género literario. Esta afirmación, que hace algunos años resultó -en un seminario, en Caracas- polémica y hasta escandalosa, es hoy un punto de partida en los estudios de semiótica teatral.1. Dentro de este orden de cosas se dice que el teatro no es ni más ni menos que el momento efímero en el cual se produce una relación entre actores y espectadores.2 En otros términos, el teatro es el espectáculo que organiza diferentes lenguajes sonoros y visuales, uno de los cuales es el lenguaje verbal. Todo el mundo sabe que ese momento es irrepetible, que no hay dos funciones iguales, en la medida en que el público influye decisivamente en cada ocasión, aunque la estructura básica del espectáculo de la impresión de permanecer intacta. Lo que solemos llamar una obra o una pieza teatral hace, naturalmente, parte de la literatura y hasta podemos hablar de un género dramático, dialogado, o como se lo quiera llamar, siempre y cuando no lo confundamos con el espectáculo. Ya el famoso comediante italiano Angelo Beolco, llamado Ruzzante (siglo XVI) estableció esta diferencia con entusiasmo: “Os juro por Hércules y Apolo que mis comedias fueron dichas de manera muy distinta a como aparecen ahora impresas, por la sencilla razón de que muchas cosas se ven bien en el papel se ven mal en escena”. Según Gaspar de Porres, editor, “Lope (de Vega) nunca las hizo (las comedias) para imprimirlas” y el mismo Lope advierte que las compuso para habladas en escena y no para leídas en los aposentos.

El “genotexto”:

La inventora del término es Julia Kristeva, la conocida semióloga francesa. Por tal término ella entiende la matriz, configurada por una gran variedad de textos, literarios o no, donde se gesta un texto literario. Pues bien, el genotexto de un texto escrito para el teatro, como muy bien anota Anne Ubersfeld,3 es la práctica teatral. “En cierto sentido, la ‘representación’, en la más amplia acepción del término, es anterior al texto. El escritor de teatro, cuando no está metido en la producción teatral, no escribe, en todo caso, sin la perspectiva inmediata del objeto-teatro: la forma de la escena, el estilo de los actores, su dicción, el tipo de vestuario, el tipo de historia que cuenta, el teatro que él conoce”. Una revisión contemporánea de las traducciones de Shakespeare en francés, hizo notar a los estudiosos que las versiones conocidas pasan por encima de ciertas connotaciones impuestas a esos textos por el espacio concreto del teatro isabelino. El escritor de teatro parte de la práctica teatral para desarrollarla o para transformarla como Valle Inclán o Brecht, para citar dos casos modernos. En resumen, la práctica teatral engendra textos que a su vez desarrollan y transforman esa práctica. Interpretación e improvisación:

“La idea que ha prevalecido en el teatro occidental es aquella -extrañísima si la miramos bien- según la cual el espectáculo es la puesta en escena de un texto. Como se vé, es una idea que parece derivar no de la concreta vida teatral sino de la ideología jurídica o religiosa, que concibe el ‘texto’ como algo inamovible en su forma, en la ‘letra’, e intrepretable en la sustancia, en su espíritu”.4 Es posible que tal ideología jurídica o religiosa tenga que ver con el origen de esa “extrañísima” idea. Parece, sin embargo, que la división del trabajo que precede y sigue a la revolución industrial, aquella que ordena las relaciones de producción como relaciones entre los que “conciben” y los que “ejecutan”, ejerció una decisiva influencia. De todos modos, como anota Ferdinando Taviani en el artículo citado, las razones para la implantación de la dichosa “idea” constituyen “una historia confusa e incluso ignorada” pero la idea misma “no puede ser considerada como un dogma teatral” y el uso que de ella se hace “no es el único posible ni el más justo”.5 Contra esta “idea” de que el montaje es una “traducción” o una “interpretación” del “texto”, se pronuncia, con gran claridad, Anne Ubersfeld,6: “Vemos cómo, desde un simple punto de vista teórico, el enunciado, en un texto de teatro, si bien tiene significación, no tiene todavía sentido. Adquiere sentido en cuanto deviene discurso, cuando vemos cómo se produce, por quién y para qué es producido, en qué lugar y en qué circunstancias. Vemos cómo, para pasar del texto de teatro (diálogo) al texto representado, no se puede hablar de traducción ni de interpretación, sino de producción de sentido”. Ahora bien, si el texto escrito no es ni más ni menos que uno de los lenguajes del texto del espectáculo (el cual establece una organicidad discursiva con los otros textos o lenguajes no verbales), el concepto de dramaturgia no debe reducirse a los textos escritos para el teatro.

La dramaturgia de los actores:

La “creación colectiva” no es un invento moderno ni, mucho menos, como quieren algunos, una moda pasajera del teatro colombiano y latinoamericano. Con metodologías diferentes ha existido desde que hay teatro. Uno de los movimientos teatrales en los cuales la creación colectiva logró un verdadero apogeo fue el de la Commedia dell’Arte (siglos XVI y XVII) llamada, también, “teatro all’improvviso”. La Commedia fue una verdadera revolución teatral y se constituyó en el geno-texto de los grandes textos del barroco en España, del teatro isabelino y, especialmente, del teatro de Molière. Fue, por excelencia, un teatro de actores y estableció una nueva relación con un nuevo público,7.

Partiendo de los tipos (Arlequín, El Capitán, Pantalón, etc.), los actores escogían un argumento (los argumentos de la narrativa de aquella época, en Italia, abundaban en truculentas intrigas amorosas) y a partir del argumento elaboraban un “canovaccio”, algo como lo que hoy, en lenguaje cinematográfico, conocemos como “guión”. Este guión no era la simple organización en acciones de las intrigas del cuento. Por el contrario, el guión era la conversación de la materia significante narrativa en materia significante teatral y, aunque no se lo plantearan en estos términos, los cómicos italianos eran bien concientes de la diferencia existente entre las dos materias o sustancias,8. El guión se valía del argumento para mostrar lo que era propio del teatro en el concepto de ellos: la satisfacción tan inmediata como fuera posible y por cualquier medio de los impulsos amorosos y eróticos y el espíritu vivaz, la agudeza y la falta de escrúpulos de los criados, incluso la superioridad de éstos sobre los amos. Las acciones que ordena el guión no eran para ellos un problema literario sino un problema visual. “Los sentimientos tienen aquí (en la Commedia) una traducción visual, lo mismo que los motivos de la intriga de tal modo que la intriga “sólo proporciona la ocasión para el juego de la expresión teatral”,9, y el profesionalismo del actor consistía en que “sabe secundar aquellos que lo acompañan en el escenario, sabe, en otros términos, acoplar tan perfectamente sus palabras con sus acciones y ambas con las palabras y las acciones de sus compañeros, que logra introducirse intempestivamente, en la línea de acción del otro, haciendo lo que el otro le solicita, con tanta precisión que todo el mundo crea que se trata de algo preparado”, 10. Si tenemos en cuenta que réplicas y movimientos eran improvisados, comprendemos toda la complejidad y riqueza del oficio.

No tenemos tiempo, desgraciadamente, para extendernos sobre este momento estelar de la creación colectiva, pero es preciso subrayar que esta dramaturgia de los actores es la base, la matriz, de todo el teatro moderno de Occidente. Esta participación dramatúrgica de los actores se mantiene hasta fines del XVII como lo prueban documentos del teatro isabelino, del teatro barroco español y del teatro de Molière. Vendrán después, en su orden, la tiranía del texto y la del director, las cuales irán reduciendo más y más el espacio dramatúrgico del actor. No se trata de “regresar” a la Commedia dell’Arte, puesto que regresar es imposible, sino de, manteniendo el rol del texto literario y el rol del director (así como del escenógrafo, etc.) reconquistar para el discurso de montaje el espacio perdido de la dramaturgia del actor.

Se suele reducir la creación colectiva al proceso de la elaboración del texto por los actores y oponerla al “teatro de autor”. La elaboración del texto por los actores, que es una posibilidad eventual y en ocasiones positiva de creación colectiva, no define a esta última en absoluto. Es más, la escritura del texto (tarea profundamnete relacionada con la práctica literaria) no es, precisamente, función del actor. Su participación dramatúrgica es en la escritura del discurso del espectáculo durante el proceso de montaje.

Puede darse (y ha habido casos extraordinarios) el actor-autor pero es preciso evitar, al respecto, cualquier confusión. Dentro del proceso de producción dramatúrgica hay dos etapas y dos discurso: la etapa de escritura del texto verbal y la etapa de escritura del texto del espectáculo (algunos prefieren llamar a este último texto partitura para mejor incluir en él los lenguajes no verbales). El actor (y es el caso de Molière) puede participar en las dos a condición de que no las confunda pero la creación colectiva, que funciona fundamentalmente en la segunda etapa, puede perfectamente hacerse con un texto ya escrito (clásico, romántico, moderno o arcaico).

Con cualquier metodología, la creación colectiva se basa en la improvisación a condición de que ésta no sea utilizada para comprobar, corroborar, mejorar o adornar la concepción, las ideas o el plan de montaje del director. A condición de que se la reconozca -de hecho y de derecho- como el campo creador de los actores y de que se la acepte como antítesis de los planes de la dirección en el juego dialéctico del montaje. Ello supone, sin embargo, actores entrenados en la improvisación y un grupo relativamente estable. Parece necesario aclarar que la creación colectiva tiene por objeto reivindicar lo colectivo en contra de lo individual en nombre de cualquier ideología política o concepción filosófica o sociológica. Si algo reivindica la creación es, justamente, la dramaturgia del actor, es decir, un terreno que le ha sido arrebatado al actor desde hace más o menos un siglo. No significa esto, sin embargo, que la creación colectiva produzca, necesariamente, mejores espectáculos que la forma tradicional de producción basada en la interpretación, por parte de los actores, de la concepción y los planes de la dirección. Fuera de que los términos “mejor” o “peor” no son absolutos, el objetivo de la creación colectiva no puede ser el de “mejorar” los resultados aislados y circunstanciales de la producción teatral establecida, del “establecimiento” teatral. Sería insensato tratar de probar que la Commedia dell’Arte produjo espectáculos “mejores” que la comedia latina o la humanística (para no remontarnos más). Lo que sí se puede probar es que la Commedia, por su revolución escénica, hizo posible la ruptura de los moldes clásicos, defendidos por una retórica humanista y organizó la expresión de un “nuevo mundo” a través del teatro.

La reconquista de la dramaturgia del actor (con el rigor y las precisiones que hemos exigido antes) es, por lo tanto -pensamos nosotros- una condición indispensable para la creación de una dramaturgia nacional y latinoamericana y para la renovación del teatro en general, para salvarlo de ese síndrome mortal que son las repeticiones “multinacionales” de un éxito. No se trata de cambiar los resultados sino de una revolución en la materia del quehacer teatral que permita los errores, los fracasos y los tanteos que todo nuevo modo de producir sentido debe necesariamente afrontar para expresar una nueva época y una nueva vida. Cuando hablamos de Dramaturgia nacional y latinoamericana no lo hacemos, por supuesto, en nombre de ningún nacionalismo o regionalismo. Nadie puede negar el carácter universal de las más altas expresiones de la literatura latinoamericana de hoy, pero nadie puede negar su carácter latinoamericano, su compenetración con realidades específicas y nuevas, su relación con la vida de estos países. Macondo puede ser el arquetipo de esta simbiosis.

La tarea de una dramaturgia que quiera ponerse a la altura de esa literatura no es sólo tarea de unos escritores de teatro. Es tarea del teatro todo y, sobre todo, es tarea de los actores porque ellos son el teatro siempre y cuando no se dejen reducir a la condición de virtuosos intérpretes de concepciones que de una u otra manera les son impuestas. Para ello es necesario pasar de la condición de “histrión” a la condición de actor, de la condición de intérprete a la de creador que tiene el derecho y el deber de intervenir (metodológicamente) en todos los niveles y aspectos del proceso de producción del discurso del espectáculo y en las relaciones de éste con el público.

Sólo un proceso de producción que organice la participación creadora de los actores en todas las etapas y niveles del discurso del espectáculo puede ser el genotexto de textos que no sean meras imitaciones o adaptaciones de la tradición o la vanguardia del teatro occidental, de textos que elaboren su lenguaje y sus personajes con las realidades que hoy y aquí vivimos, mediante esa asimilación de todas las influencias que solo da la madurez de una expresión artística. Mucha gente se preguntará (especialmente los lectores que no están íntimamente relacionados con el quehacer teatral y a quienes va dirigido este artículo) por qué planteamos como indispensable la participación creadora de los actores, la reconquista del espacio de la dramaturgia del actor, para el desarrollo de una dramaturgia nacional y latinoamericana. A fuerza de reiterativos debemos insistir en que el teatro es el discurso del espectáculo en el momento mismo en que el teatro es el discurso del espectáculo en el momento mismo en que se relaciona con el público y los creadores de ese discurso son fundamentalmente los actores. El rol de la dirección no es otro que el de crear las condiciones propicias a esa creación, condiciones objetivas, es decir metodológicas y subjetivas, es decir estimulantes e incitadoras y el de estar atento a la totalidad, a la organicidad de la estructura, la cual escapa al actor por razón de su inmersión en la continuidad. En la elaboración del discurso de montaje, como en la de todo discurso, hay dos ejes: el de selección o substitución, llamado paradigmático y el de continuidad, llamado sintagmático,11. Normalmente, en la división del trabajo de puesta en escena, el paradigmático es el eje del director y el sintagmático el de los actores, de allí que la contradicción entre los dos ejes se convierta en contradicción dialéctica entre improvisación y dirección. Admitimos que esto en teoría aparece relativamente sencillo pero en la práctica (además de requerir condiciones especiales de trabajo) es azaroso y extremadamente complejo como, por otra parte, ocurre con cualquier empeño de transformación de sentido. Las experiencias (artísticas y de vida) de los actores, su imaginación creadora, sus relaciones con el texto, con los personajes, con el espacio y el tiempo, la música, la gestualidad, etc. son indispensables para renovar el teatro no sólo aquí, sino en cualquier parte.

Cali, Junio 1985.

1. “Lécole du espectateur”, Anne Ubersfeld -(Lire le theatre 2), Editions Sociales, París, 1981. 2. Ferrugio Rossi -Landi y otros. 3. Ob. cit. 4. “La improvisación en la Commedia dell’Arte: testimonios”, artículo de Ferdinando Taviani aparecido en “Quehacer teatral 2″. 5. Ob. cit. 6. Ob. cit. 7. “L’esprit de la Commedia dell’Arte dans le theatre francais” de Gustave Attinger, París, 1930. 8. Sobre sustancia del contenido y de la expresión, ver L. Hjelmslev. “Prolegómenos a una teoría del Lenguaje”. Biblioteca Romántica hispánica, 1960. 9. Attinger, ob. cit. 10. Gherardi, citado por Taviani, artículo citado. 11. Román Jakobson, “Essais de linguistique generale”, Editions de Minuit, París, 1963 Fuente

jueves, 26 de mayo de 2011

La hermenéutica de la escucha

La hermenéutica de la escucha

por liliana Alzate

"Quien piensa que la realidad es sólo lo que se toca no entiende nada"

Carlo Ginzburg [1]

Introducción:

Si bien el vocablo Hermenéutica no resulte familiar para los no expertos, todos aplicamos la hermenéutica al seleccionar información, clasificar datos para una investigación, elegir qué textos leer o qué botón apretar. Incluso al conversar estamos, sin darnos cuenta, descifrando mensajes, códigos y símbolos. En esta época es cuando más se ha empleado la hermenéutica. Puesto que estamos expuestos a una sobredosis de información y a una variedad de posibilidades tecnológicas que nos permiten captar, generar e intercambiar mensajes constantemente; tales posibilidades favorecen el acercamiento que es una condición para la interpretación, pero esto aunque hace parte de lo que entendemos por hermenéutica, no es suficiente. Como sabemos el exceso de información llega a ser desinformación. Necesitamos interpretar la información que recibimos, hay que procesarla vivencialmente, porque de no hacerlo no le vamos a encontrar sentido y el ser humano no puede vivir en el sin sentido; por naturaleza busca explicaciones o las impone, aunque es mejor encontrarlas en el fenómeno mismo.

La hermenéutica implica ver el texto, en nuestro caso obra teatral, a través de nuestros "lentes", partimos de la realidad de hoy para ir al texto, al acontecimiento escénico, con nuestras preguntas y preocupaciones y volver de él con respuestas. Se establece un diálogo, una verdadera circulación entre el texto (escena) y el lector (publico) que se conoce como el círculo hermenéutico. Algunos exégetas[2] dicen que se trata más bien de una espiral hermenéutica, ya que vamos creciendo con las respuestas que el texto dramático nos da, de modo que la próxima vez que vamos a él, nuestras preguntas ya no son las mismas, sino que se han enriquecido con los aportes del texto de la representación.

Por eso en este escrito quiero dedicar la reflexión a la búsqueda de OTRA hermenéutica; la que normalmente no visibilizamos, la que escucha nuevas identidades, la que refiere lecturas periféricas: la de los otros, de los marginales, lo cuales no hacen parte del discurso hegemónico de las artes ni de la pedagogía artística. Con el fin de evidenciar el cambio de los objetos escénicos, la emergencia de otra lectura que mire con ojos nuevos los objetos culturales que están emergiendo en la escena latinoamericana.

1. Indicios

El término hermenéutica (del griego hermeneuein) se refiere a la acción de traducir lo expresado en un lenguaje desconocido, a uno que todos entiendan. Su objetivo es brindar una metodología para interpretar. A dicho término, Beuchot[3] añade el calificativo analógica con el propósito de efectuar interpretaciones equilibradas, que partan de lo semejante, lo que nos es conocido y por tanto entendemos y compartimos, para tratar de asir las diferencias, lo no comprensible.

Recordemos como el concepto de hermenéutica ha evolucionado desde la interpretación de los oráculos o signos ocultos divinos, a referencias del signo a su designado, y las atribuciones de dichos actos al alma. Con los estoicos la hermenéutica alegórica trabajaba en los contenidos racionales escondidos en los mitos. Posteriormente, en el pensamiento judío y cristiano, se ha asociado a las técnicas y métodos de interpretación de textos bíblicos, aunque esta historia muchas veces atienda sólo al análisis lingüístico y ciertos aspectos simbólicos. Más tarde, la hermenéutica profana se ha dado en la interpretación de textos clásicos, jurídicos, históricos y literarios.

Esta relectura hermenéutica explora la reserva de sentido del texto; es decir, el sentido que gracias a la pluralidad de significados de los textos y de los acontecimientos en este caso escénicos, que se relatan, se encuentra inmersos en los textos, pero sólo sale a luz cuando se los lee desde una perspectiva diferente. Entonces en este orden de ideas la Otra hermenéutica, la de la escucha, nos da la posibilidad de ser sujeto en relación con el otro y la otra a través de un objeto producido, ya sea un texto, discurso, obra de arte, escena, etc. y en ese sentido favorece la libertad de decisión y elección para el que lee o interpreta el acontecimiento. Además desafía a la Ilustración, en tanto que permite la huida de la tutela impuesta por la razón, el conocimiento y la ciencia, dando cabida a las experiencias personales, subjetivas e intersubjetivas de cada hablante, de cada autor, de cada intérprete, de cada lector promoviendo un acto de apertura en el que se hacen visibles los elementos de comunicación: “el hablar y el decir” .

Según Steiner[4], la hermenéutica puede ser asumida a través de un método dialéctico que incorpora a texto y lector creativo en un permanente proceso de apertura y reconocimiento. (Steiner, 1978:34) En este sentido, el texto ha de ser asumido en un permanente “siendo”; en un proceso inacabado, y especialmente en permanente proceso de construcción. Por otra parte, y a modo de complemento, Ricoeur sostiene que: "En la medida que el acto de leer es la contraparte del acto de escribir, la dialéctica del acontecimiento y el sentido tan esencial a la estructura del discurso genera en la lectura una dialéctica correlativa entre el acto de entender o la comprensión (…) y la explicación" [5]. (Ricoeur, 2002: 83.).Entonces el análisis hermenéutico se enmarca en un paradigma interpretativo comprensivo y dicha comprensión, debe trascender las "fronteras" del texto a interpretar, tomando como fuentes de datos no solo los datos textuales.

Como parte de los indicios es pertinente remitir también a la hermenéutica analógico-icónica de la que habla George Beuchot, ya que a través de su propuesta él intenta abrir un camino para el diálogo; es decir, restablecer puntos de contacto, "descubrir" convergencias, "puntos de acuerdo".; como un proceso de permanente apertura, producto de la actividad re-interpretativa. Así, dicha re-interpretación no es pura referencia al texto, sino que es a la interpretación de la imagen, de los gestos, iconos y de las acciones que plantea el autor en su obra, de un fenómeno especifico en un contexto determinado. Recordemos que en el teatro y en la vida el verbo implica acción. Eso es algo que hemos olvidado y ese olvido ha producido una serie de trastornos en las interpretaciones de la escena y hasta en el vivir más cotidiano y simple.

La hermenéutica de la escucha reflexiona pues, sobre la posibilidad de escuchar otras voces, diversos temas: derechos humanos, tradición, territorio, género,raza. Se enfrenta desde una respuesta propia a la tradición, no teme a la limitación humana. Antes bien, la asume, la explota, pues reconoce, al mismo tiempo, los alcances, las fronteras que el ser humano toca en su "limitación". Compartiendo con la hermenéutica analógico-icónica de Beuchot, la intención de abrir paso a la esperanza.

Esta OTRA hermenéutica está a favor de la palabra, es la analogía del ser, es algo que invoca un decir con sentido. Desde lo analógico, igual que desde la escucha se puede hablar, llegar a acuerdos, tomar partido. Este es sólo el comienzo, pero un comienzo de gran importancia, al menos así se empieza a acotar, a poner límites y a acordar algo. Se traspasa la civilizada actitud de la "tolerancia", que no es más que una perversa y perezosa incapacidad de hacer algo por comprometerse, por tomar partido.

1.1. De la escucha y el recuerdo

“La hermenéutica también nos sugiere y, sin duda, antes que toda otra consideración, un posicionamiento distinto con respecto a la realidad: aquel de las significaciones latentes. Se trata de adoptar una actitud distinta, de empatía profunda con el texto, con lo que allí se ha expresado a través del lenguaje. No se trata de suprimir o de intentar inhibir su propia subjetividad (con sus implícitos prejuicios), sino de asumirla. En otras palabras, la búsqueda de sentido en los documentos sometidos a análisis se ve afectada por un doble coeficiente de incertidumbre: la interpretación es relativa al investigador, así como al autor de los textos en cuestión"[6] (Baeza, 2002:45 )

Esta valides de lo subjetivo en búsqueda de nuevos sentidos, que apunta Baeza desde las metodologías cualitativas en investigación científico social, nos lleva a poner en juego todos los elementos valorativos de carácter social (perspectiva de género, queer, negritudes, indígenas). Este concepto nos sirve para entender las interpretaciones de la OTRA hermenéutica, la de La escucha. Particularmente de todos los discursos periféricos, fuera de la historiografía oficial.

Indicialmente, es conocido que la epistemología clásica se construye y fundamenta, obviando la perspectiva de género, las negritudes, la cosmovisión indígena, etc. Hasta dar carácter natural y folklóricos a todas las diferencias sexuales y sociales que construyen socialmente la realidad, es imprescindible entonces, poner de relieve cómo se conforma estas identidades para poner en juego varias lecturas tanto de la sospecha como de la escucha, atravesadas por el recuerdo (memoria, historia) por el peligro de leer todas las prácticas artísticas desde una sola historia.

Ahora bien, toda interpretación que haya de acarrear sospecha y escucha tiene que haber comprendido la intención del recuerdo ya que lo que trata de interpretar, tiene en consideración la posibilidad de la memoria. La intencionalidad del recuerdo debe reconocer la necesidad de considerar los elementos del contexto en una doble situación (desde el otro y el propio), una polisemia de sentido. Dimensión ésta, que permitirá reconocer o tomar conciencia de la intencionalidad contenida tras el intérprete. El cual debe ser visualizado en una tercera dimensión, el recuerdo.

Vemos entonces como aparecen los vínculos que circulan entre la sospecha, la escucha y el recuerdo en un marco hermenéutico. Por ejemplo la perspectiva de género, si alguna esperanza aporta es la de poder crear un marco de diálogo en el que participemos todos y todas y cada uno y una de nosotros, aunando en un tenso equilibrio el derecho tanto a la igualdad como a la diferencia. No obstante, esto sólo será posible si se da una profunda transformación epistemológica que permita erradicar los presupuestos metafísicos implícitos en la epistemología clásica.

En esta reconstrucción y reconocimiento de las identidades vale la pena recordar a Habermas, que realiza un ejercicio en el terreno de la epistemología remontándose a las fuentes originales y volviendo a recorrer el camino de construcción para el reconocimiento explícito de los intereses y prejuicios que contiene toda investigación. Este planteamiento viene a reafirmar la noción de espiral hermenéutico, del círculo que concibe la comprensión como una estructura de anticipación o en otras palabras muestra el carácter de lo «previo», de la pre-comprensión o de re-interpretaciones permanentemente posibles en el marco de una realidad abierta a su propia infinitud.

1.2 La transformación

Ahora bien, ¿cuáles son las claves para pensar esa transformación epistemológica? Por ahora, lo único que está claro es que se les deja a las mujeres la responsabilidad de pensar sobre el género, a los negros sobre su afrodecendencia, los indígenas con su cosmovisión y en este sentido estos estudios se devalúan y segregan. En este sentido, parece necesario buscar alianzas, a pesar de que estas sean frágiles o conflictivas, con el fin de no intentar caer en tesis parciales o reduccionistas.

La perspectiva de género permite, pone de manifiesto la existencia de un espacio de silencio, en el que se oculta una voz diferente y en el que se obliga al estrabismo de una mirada forzada a ver a través de unos cristales que desfiguran la realidad, como señala Joan Scott:

“(…)hay que insistir en la insuficiencia de los cuerpos teóricos existentes para explicar la persistente desigualdad entre hombres y mujeres” (Scoot,1995:56)).

A su vez una de las conclusiones, en la literatura y críticas feministas, es que La “retórica de la incertidumbre”[7] se ha convertido, en la “retórica de la sospecha”, que en palabras de Celia Amorós es una “actitud escéptica y crítica”[8] ante los mismos valores de feminidad que ya han sido codificados y mediatizados por una cultura esencialmente masculina. En la última creación y teorización post feminista las retóricas han contribuido a la creación de nuevas metáforas y nuevas posiciones críticas, que se identifican esencialmente con la mediación, la interculturalidad y el abandono de cualquier posición inamovible.

La primera y nunca concluida tarea de la hermenéutica de la escucha es estudiar lo posible de los aspectos hegemónicos y los elementos impermeables de los textos que ocultan una voz silenciada.. Esta interpretación tiene que descubrir no sólo el lenguaje sexista, sino también el lenguaje opresor del racismo, del antijudaísmo, de la explotación, del colonialismo y del militarismo. La hermenéutica de la escucha no sólo debe aplicarse a las interpretaciones feministas de los textos sino también a todas las interpretaciones universalistas..

En este sentido, la hermenéutica de la escucha, o más bien, quien la utilice deberá procurar comprender los textos a partir del ejercicio interpretativo intencional y contextual. Dicho proceso supone desarrollar la inteligibilidad de la sospecha pero también de la escucha, atravesada ambas por el recuerdo del discurso contenido en el silencio del texto; en gran medida se trata de traspasar las fronteras contenidas en la "física de la palabra" para lograr la captación del sentido de éstas en tanto plasmadas en un papel.



[1] Carlo Ginzburg es un historiador italiano abanderado de la Microhistoria..Su obra más reconocida en español ha sido El Queso y los Gusanos (Il Formaggio e i Vermi, 1976) .También ha tenido gran impacto su ensayo «Señales. Raíces de un paradigma indiciario» (1983), incluido en su libro Mitos, Emblemas e Indicios: Morfología e historia (Miti emblemi spie, 1986).

[2]Interpretes de la escritura sagrada. Viene de Exégesis (del griego ξηγεσθαι ‘guiar hacia afuera’) es un concepto que involucra una interpretación crítica y completa de un texto, Exegeta .m. teol. Intérprete o expositor de la Sagrada Escritura.

Diccionario Enciclopédico Vox 1. © 2009 Larousse Editorial, S.L.

[3] Mauricio Beuchot. filosofo mexicano (1940- ). fundador de la propuesta llamada Hermenéutica Analógica, reconocida hoy en día como una propuesta original y novedosa en el campo de la hermenéutica filosófica. . Investigador del Centro de Estudios Clásicos del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.

[4] El lector infrecuente, de George Steiner. 1978

[5] Ricoeur, Paul. Del texto a la acción. Ensayos de Hemenéutica II. F.C.E., 2ª ed., México, 2002. p. 83.

[6] BAEZA, M. 2002. De las metodologías cualitativas en investigación científico social. Diseño y uso de instrumentos en la producción de sentido " Concepción: Editorial de la Universidad de Concepción.

[7] quiero precisar que el término retórica será utilizado aquí en una dimensión pragmática y hermenéutica siguiendo una de las líneas metodológicas de (Beuchot, 1998).

[8] AMOROS, C., (1985), Hacia una crítica de la razón patriarcal, Anthropos, Barcelona. p. 74